¿Quién soy y cuál ha sido mi transformación?
Me llamo Sonia Pelaz Lagándara y actualmente soy una mujer en constante desarrollo personal y profesional.
Durante mucho tiempo mi vida estuvo guiada por los acontecimientos que se sucedían a mi alrededor, en muchos de los cuales yo no me sentía partícipe sino una mera espectadora. Mi sensación era la de estar subida a un tren que viajaba a toda máquina, sin rumbo fijo, pero con una serie de paradas establecidas. La mayoría de estas paradas no las había elegido conscientemente sino que permitía que, terceras personas, mis creencias o mi falta de autoestima eligieran por mí. Cuantas más paradas elegía inconscientemente, más árido y oscuro se volvía el paisaje que veía a través de las ventanas de ese tren. Hasta que, un día, decidí afrontar el vértigo y aprovechar la oportunidad que me brindaba una parada inesperada, para bajar definitivamente de ese tren. El paisaje era muy borroso, pero acerté a ver las luces de otro tren que iba en una dirección completamente distinta, y que me permitía ver con mucha más claridad. Inicialmente tampoco tuve claro cuál era su rumbo, pero a medida que avanzaba todo se volvía más claro, y el destino se dibujaba con mayor nitidez.
Ahora elijo conscientemente qué paradas hacer y, sobre todo, cómo voy a afrontar esas paradas.
Ser madre de una niña y un niño que han sido y son mi principal motor, me ha proporcionado la inspiración que necesitaba para fijar el rumbo de este nuevo tren. Como madre me he sentido perdida a la hora de transmitirles mi amor sin que eso supusiera un obstáculo en la búsqueda de su propio tren. Cada día trato de buscar el equilibrio entre protegerles y dejar que elijan su propio camino.
Una de las primeras paradas de mi nuevo tren fue el coaching, con el que he aprendido a tomar conciencia de que soy yo quien debe tomar la decisión de elegir el rumbo de ese tren.
Trayectoria Profesional
El rumbo de mi antiguo tren me llevó a tener que elegir hacia dónde enfocar mis estudios en una de las primeras paradas establecidas. En ese momento la creencia estrella en mí era “tengo que elegir una carrera que tenga futuro y con la que pueda conseguir un buen trabajo”. El problema fue que no tenía nada claro lo que para mí era un “buen trabajo”.
Así fue como me licencié en Ciencias Matemáticas y obtuve el Certificado de Aptitud Pedagógica.
Tras terminar de cursar estos estudios y plantearme la posibilidad de enfocar mi carrera profesional a la docencia, apareció otra de mis creencias limitantes “no voy a ser capaz de exponerme delante de un grupo numeroso de jóvenes y transmitirles mis conocimientos”. Esa creencia me llevó a tomar otra parada que “creí” más conveniente, y me dediqué durante muchos años a la programación, análisis y gestión de sistemas informáticos.
El cambio de tren me ayudó a reenfocar mi carrera profesional tras llegar a la convicción de que no hay desarrollo profesional sin desarrollo personal. Así fue como decidí formarme como coach y obtuve el título de Especialista Universitario en Coaching con Inteligencia Emocional y PNL (Título propio Univ. Rey Juan Carlos, certificado por ICF y ASESCO), con el objetivo de acompañar a quien así lo desee, a facilitar que los niños y jóvenes encuentren el camino con el que transitar de la manera más óptima para ellos, en el actual mundo en constante cambio que les ha tocado vivir.
Convencida de que el desarrollo personal es un camino que se construye a cada paso y se define durante toda la vida, creo que uno de los principios más importantes que me han enseñado el Coaching y la Inteligencia Emocional es que cada persona es un ser único e irrepetible en sí mismo, con dones y talentos, que dispone de las herramientas necesarias para desarrollarlos dentro de sí. La dificultad estriba en la búsqueda y la toma de conciencia de esos talentos. Y en despertar esa ilusión, que muchas veces tenemos dormida, por desarrollarlos.