¿Qué pregunta te haces habitualmente sobre la relación con tu hijo/a? ¿A qué le prestas más atención de lo que sucede en tu día a día con él/ella?

Estas pueden parecer preguntas un tanto obvias para ti a las que hayas respondido de forma inmediata, o quizá te encuentres entre las personas que no tienen claro qué responder.

Sin embargo, las preguntas están formuladas para que dirijas tu enfoque a aquello que supone un reto en esa relación que tienes o que te gustaría tener con tus hijos.

Nuestro enfoque determina cómo percibimos nuestra realidad. Es lo que nos lleva a poner nuestra atención en ciertos aspectos de lo que está sucediendo, dejando de atender a otros que también ocurren en el mismo instante.

Cada momento de nuestro día entramos en contacto con multitud de estímulos de los que solo apreciamos unos pocos, aquellos para los que estamos más receptivos en ese momento. Los estímulos a los que atendemos son los que se corresponden con nuestro enfoque.

Recuerda por un momento cuando te enteraste de que ibas a ser madre/padre por primera vez. ¿No te pasó que de repente empezaste a ver más embarazadas y padres con bebés por todos los sitios? No es que todo el mundo se pusiera de acuerdo para tener un bebé al tiempo que tú, sino que el hecho de saber que tú pronto tendrías uno, hacía que estuvieras más receptiva y enfocada en todo aquello que tuviera relación con esa nueva situación.

Tu enfoque en ese momento de tu vida estaba centrado en todo aquello que te conectaba de algún modo con la nueva situación que ibas a experimentar próximamente. Parecía que tus sentidos recibían estímulos que hasta ese momento no habían tenido relevancia para ti.

Allí donde enfocamos nuestra atención es donde llevamos toda nuestra energía.

Además de la dimensión sensitiva, el enfoque se rige por otras dimensiones que también dirigen nuestra atención, como por ejemplo:

  • La dimensión temporal. Dependiendo de si nos enfocamos en lo que pasó (pasado), en lo que está sucediendo ahora mismo (presente), o en lo que pensamos que va a pasar (futuro).
  • La dimensión personal. Dependiendo de si nos enfocamos en nosotros o en otras personas.
  • La dimensión relacional. Dependiendo de si nos enfocamos en lo que consideramos la norma (lo común), o en lo que supone una excepción (las diferencias).

Cuando dejamos por un momento de enfocarnos en lo que no queremos, para enfocarnos en lo que nos gustaría tener a cambio, generamos un estado totalmente distinto.

Haz la prueba ahora…

Piensa en algo que te preocupa en la relación con tu hijo/a.

¿En qué te estás enfocando, en los problemas que ocasiona esto, o en cómo sería la situación sin ese problema?

Si estas en el primer caso, haz una lista de lo que harías y cómo te sentirías sin esa preocupación. Tras terminar la lista observa qué ha cambiado en ti al haber centrado tu atención en lo que quieres en lugar de en lo que no quieres.

Un cambio de enfoque nos saca de forma inmediata del estado en el que nos encontramos.

El enfoque con el que comenzamos el día dirige nuestra atención hasta que ocurre algo que nos hace cambiar ese enfoque, o hasta que nosotros mismos tomamos la decisión de cambiarlo.

Y tú, ¿en qué decides enfocarte hoy?

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