¿Cuántas veces te has descubierto pensando, o diciendo, “qué ganas tengo de que empiecen las clases”?
Tranquila, el querer que tus hijos comiencen el curso, y que tu vida diaria vuelva un poco a la normalidad, no es un síntoma de que no quieras estar con ellos. Es más bien el resultado de querer cubrir una necesidad básica que todos tenemos, de querer tener una estabilidad, una certeza de que al menos sabes cómo va a transcurrir una parte de tu día.
Yo también he tenido esa sensación de sentirme un poco culpable por desear que empiecen las clases y todo vuelva un poco a la “normalidad”. Como te decía, es algo totalmente normal, ya que nuestro cerebro es adicto a funcionar en piloto automático.
El ser humano ama los hábitos y, cuando se trata de la vida familiar, los hábitos son un gran aliado para conseguir tener las necesidades de nuestros hijos y las nuestras más o menos cubiertas. Es agotador tener que estar detrás de ellos para que sigan unas rutinas de aseo, comidas, estudio, … Pero una vez adquiridas esas rutinas, el día a día es más llevadero y la sensación que nos queda es de haber cumplido al menos con parte de los propósitos de ese día.
Poner horarios, máxime cuando esos horarios vienen “establecidos” desde fuera de casa, nos facilita que el resto de las cosas se hagan para poder cumplir con esos horarios. Me refiero a los horarios de clases y a todas las actividades en las que nuestros hijos participan, y que algunas veces (sobre todo cuando nuestros hijos son más pequeños), nos empujan también a nosotros a planificar nuestro día.
Pero, si a nuestro cerebro le gusta la rutina, ¿por qué nos cuesta tanto volver a esa “temida” normalidad? La razón de esto es que para crecer como personas, también necesitamos tener variedad en nuestras vidas. De ahí que tras un largo periodo de normalidad, el cuerpo nos pida nuevos retos, nuevas experiencias.
Esta necesidad de variedad es mucho más acusada, si dentro de esas ruinas diarias no incluimos alguna actividad en la que sentimos que realmente estamos disfrutando, o nos apetece, lo que hacemos.
Para que podamos sentirnos cómodos con los cambios y la variedad, primero necesitamos sentir que tenemos seguridad y estabilidad, y esta estabilidad nos la proporcionan los hábitos o rutinas diarias.
Por eso una de las claves para que la vuelta a la rutina sea más llevadera, es reservar un tiempo (por pequeño que sea), dentro de tus actividades diarias a algo que quieras hacer, bien sola o en familia, pero algo que realmente te motive.
Y ¿cómo saber en qué puedes emplear ese tiempo para tener variedad en tu vida?
Aquí te dejo unas preguntas para que puedas pensar en qué quieres ocupar ese espacio que te has reservado:
- ¿Qué hace que te sientas relajada y sin tensiones?
- ¿Qué te hace sonreír?
- ¿Qué es aquello que hace tiempo que te gustaría intentar?
- ¿Con qué sientes tu cuerpo lleno de energía y vitalidad?
- ¿Qué es aquello con la que pierdes la noción del tiempo?
¡Feliz vuelta a la rutina variada!!!